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Se asiste
entonces, a la emergencia de un nuevo paradigma que sustituye el modelo
positivista por uno sistémico y cónsono con la realidad que se vive. De
tal forma que parafraseando a Beynam citado por Martínez (2010), aparecen
diferentes corrientes de la Teoría del Conocimiento en su abordaje metodológico
como las posmodernistas, las posestructuralistas, el construccionismo, el
desconstruccionismo, el análisis del discurso, entre otras, las cuales amplían
el concepto de cientificidad, creatividad y libertad.
En este
sentido, se establece un nuevo modelo integrador y transdisciplinario, que va
más allá de lo unidireccional, científico - lógico tradicional, para dar
paso a una aprehensión del conocimiento de una manera sistémica. Este hecho, va
hacia la trasformación epistémica de la realidad del mundo actual, que afianza
el conocimiento en una estructura gnoseológica que le da significado y relación
a los hechos, además que los articula como un todo.
De este
modo, la complejidad y transdiciplinariedad explican
el conocimiento de forma holística y sistémica, es decir, que deja a un lado el
reduccionismo para apreciar el conocer, el hacer, el ser y el convivir en el
análisis de los fenómenos de la vida; por medio de un encuentro de saberes, que
permite un abordaje ontológico de la realidad. Según Hurtado (2007):
La
holística se concibe dentro de la investigación como un proceso continuo,
integrador, organizado, sistemático y evolutivo a través del cual los
investigadores de todos los tiempo y la humanidad en general, transitan en la búsqueda
del conocimiento que permite avanzar hacia un
mundo cada vez mejor. Dentro de esta concepción, “lo que para unos es
conclusión, para otros es el punto de partida”. (p.10)
En
este orden de ideas, se traza un pluralismo de
conocimientos, de modelos, corrientes epistémicas y teorías: con aciertos y
desaciertos que han contribuido en cada época y bajo las circunstancias
sociales, culturales que la representan para la evolución de la ciencia y el
desarrollo de la sociedad, así como, un nuevo enfoque
científico a la ciencia, donde priva la transformación radical del concepto de
conocimiento y del concepto de ciencia.
Para
ello, se adopta y redimensiona el concepto de racionalidad científica, de un
nuevo paradigma epistemológico que supera el modelo científico positivista; por
un modelo axiomático de pensar, razonar y demostrar, con su ideal puro
lógico-formal o lógico-matemático, con una lógica que diera cabida a la
auténtica y más empírica realidad del mundo en el que se vive y se interactúa,
de un mundo donde existen inconsistencias reales, incoherencias lógicas y hasta
contradicciones conceptuales.
Como
consecuencia, se deriva la importancia que tiene el clarificar e ilustrar que
el problema en la mayoría de las controversias académicas reside en el concepto
restrictivo de “cientificidad” adoptado, especialmente en las ciencias humanas,
que mutila la legitimidad y derecho a existir de una gran riqueza de la
dotación más típicamente humana, como los procesos que se asientan en el uso de
la libertad y de la creatividad. Esta gran riqueza de dotación exige en el
investigador, por un lado, una gran sensibilidad en cuanto al concepto de las
bases epistemológicas aceptadas y al uso de métodos, técnicas, estrategias y
procedimientos para poder captarla y, por el otro, un gran rigor,
sistematicidad y criticidad, como criterios básicos de la cientificidad
requerida por los niveles académicos, criterios que constituyen su definición.
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